Los yacimientos arqueopaleontológicos de Orce

La localidad  de Orce, situada en el noreste de la provincia de Granada, atesora uno de los registros arqueopaleontológicos y geológicos más importantes del mundo para el conocimiento de la primera dispersión de los humanos fuera de África y para la reconstrucción del contexto paleoecológico en el que aquélla tuvo lugar. Por tanto, constituye un verdadero archivo documental en el que han quedado preservados diferentes momentos y aspectos de la vida cotidiana de nuestros ancestros. También del resto de especies que habitaron la región durante el Pleistoceno Inferior. Esto permite afirmar que la cuenca de Orce, que remonta su historia hasta hace un millón y medio de años, incluye los yacimientos con presencia humana más antiguos del continente europeo.

En este lejano pasado, la cuenca de Guadix-Baza, y en particular, la Zona Arqueológica de Orce, presentaba una arrebatadora exuberancia que poco tiene que ver con el actual paisaje, tan agreste como cautivador, fruto de un clima extremadamente continental semiárido. ¿Cuáles han sido las principales razones de esta transformación paisajística? La presencia y la posterior desaparición de un gran lago.

La cuenca de Guadix-Baza es intramontañosa y actuó como receptora de las aguas de los cursos de agua de las sierras circundantes, principalmente del antiguo río Fardes, de las aguas de lluvia, mucho más generosas que hoy día, y del hidrotermalismo. Las partes emergidas y sumergidas variaron a lo largo del tiempo. No obstante, se puede aseverar que el lago fue protagonista después de que el Mediterráneo volviera a estar conectado con el Atlántico, en torno a 5,5 Ma, y hasta hace 200 ka[1], dotando de estabilidad térmica a la región y contribuyendo al desarrollo de diferentes ecosistemas.

El lago actuó, pues, como atractor y catalizador de una biodiversidad que sorprende hoy día. A lo largo de su extensa historia se fueron acumulando sedimentos que, en algunos lugares marginales, incluían restos de las actividades humanas y/o fósiles de las otras especies que habitaron en el entorno de Orce. Así las cosas, el conjunto de macrovertebrados estaba compuesto por especies que en la actualidad nos pueden resultar exóticas y otras más comunes. Tigres dientes de sable, hienas, hipopótamos, caballos, ciervos, bóvidos, mamuts, rinocerontes, licaones, lobos,… y humanos[2]. Algunas eran autóctonas, otras provenían de fuera, en particular de África, entre ellas, nuestros antepasados.

No obstante, debió acontecer otro fenómeno geológico para que hoy día podamos acceder al rico patrimonio de la cuenca de Orce: la captura de la cuenca por el río Guadalquivir, a través del Guadiana Menor. Por movimientos tectónicos, la cuenca basculó y dejó de ser alimentada por el paleorío Fardes para pasar a nutrir de aguas y sedimentos al antiguo río Betis. Esta drástica modificación supuso, en estas tierras baldías, la aparición de cárcavas, cañones, cañadas y barrancos que han dejado a la luz estratos que, de otra forma, hubiesen permanecido ocultos e ignotos.

Son cuatro yacimientos los que descuellan en la Zona Arqueológica de la Cuenca de Orce: dos contienen evidencias de actividades humanas junto a las de otras especies animales, Barranco León y Fuente Nueva 3; los restantes, Fuente Nueva 1 y Venta Micena, sólo de las segundas. 

Fuente Nueva 1 presenta una cronología algo más antigua que el resto de localidades (~2 Ma) y destaca por la gran concentración de núcleos óseos (cuernos) de dos especies de gacela, Gazellospira torticornis y Gazella borbónica.

Venta Micena es uno de los yacimientos más conocidos en la literatura paleontológica del Pleistoceno Inferior euroasiático, con una edad de 1,5 Ma. A la gran cantidad y variedad taxonómica y de elementos anatómicos, hay que sumar el excelente estado de conservación de la asociación, gracias a las características del denominado Nivel Venta Micena que registra en zonas concretas una densidad superior a los 200 elementos por m2. Algunas especies eran autóctonas, pero otras, entre ellas los humanos, provenían de Asia y África. Por otra parte, este yacimiento ha sido fundamental para caracterizar el comportamiento carroñero y fracturador de huesos de la gran hiena Pachycrocuta brevirostris.

Barranco León destaca por la presencia de humanos (Homo sp.) y, en particular, de un molar deciduo (de leche) perteneciente a un individuo infantil de aproximadamente diez años de edad (Fig. 2B). No se trata de la única evidencia humana; también se registra trazas de las actividades cotidianas de los grupos humanos de hace en torno a 1,4 Ma, básicamente, la talla de la piedra y el procesamiento de los cadáveres de ungulados: piedras para percutir sobre los huesos y obtener la médula ósea y para reducir las rocas tallables a lascas de piedra con filos cortantes para descarnar Por último,

Fuente Nueva 3 (Fig. 3A), que presenta una cronología similar al yacimiento anterior,se distingue por la preponderancia de animales de gran talla y, en particular, de mamuts. Entre la riqueza patrimonial de este yacimiento sobresale dos defensas correspondientes a un macho de proboscídeo que miden cuatro metros de longitud (Fig. 3B). Este yacimiento debió funcionar como una trampa natural en la que caerían estos gigantes del Pleistoceno y serían aprovechados, con posterioridad, por los humanos y otros carroñeros, principalmente la ya mencionada Pachycrocuta. Así, un cadáver casi completo de mamut rodeado de piezas líticas talladas y coprolitos de hiena está siendo clave para entender las interacciones que se producían entre especies que accedían a un mismo recurso.

Además de los espectaculares restos de macrovertebrados estos yacimientos registran una cantidad ingente de microvertebrados, incluidos peces, que son fundamentales para las reconstrucciones paleoclimáticas y biocronológicas[3]. Así, elementos casi invisibles permiten generar un conocimiento fundamental para entender este remoto pasado. Aunque todas estas evidencias arqueopaleontológicas son de capital interés para la historia de la Humanidad no se puede omitir otras fuentes de información que están contenidas en los sedimentos, en los huesos y en los dientes que, con su debido tratamiento análitico e interpretativo, aportan elementos de primer orden a las reconstrucciones del pasado. Esto lleva a una característica que debe prevalecer en este tipo de proyectos de investigación: la interdisciplinariedad. El diálogo profundo, solidario, integrado y cooperativo entre saberes que lleve a la toma de decisiones coordinadas y que permitan superar las limitaciones personales y disciplinares, así como plantear nuevos retos en la investigación.

Orce acumula ya cinco décadas de investigación, desde su descubrimiento para el mundo de la ciencia, allá por 1976, años después de que Tomás Serrano, el propietario de estas feraces tierras de Venta Micena, encontrara huesos extraños que mostró a especialistas de Granada en los que despertó escaso interés. Muchos de estos años estuvieron dominados por la polémica sobre la humanidad del conocido como “cráneo de Orce”, cuyo descubridor y máximo defensor fue Josep Gibert. Ahora bien, la riqueza de la cuenca minimiza cualquier polémica, porque el conocimiento que se ha generado y, sobre todo, el que está por generar, alimentan la transgresora propuesta del investigador catalán: el continente europeo fue ocupado por los humanos mucho antes de lo que la comunidad científica estaba dispuesta a aceptar allá por 1982[4].

No ha sido el único, otros muchos científicos han contribuido de manera notable al conocimiento a partir de los yacimientos de Orce: Jordi Agustí, Bienvenido Martínez Navarro, Isidro Toro Moyano, Robert Sala, Paul Palmqvist, Oriol Oms, Pere Anadón, Alfonso Arribas, Gabriel Martínez Fernández,… Después de dos fases de proyectos generales de investigación a cargo de la propia Junta de Andalucía y del Institut Català de Paleoecología Humana i Evolució Social de Tarragona, el testigo institucional y la responsabilidad científica vuelven a la Universidad de Granada que, con el apoyo de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, se plantea una serie de retos que, al margen de la investigación de excelencia, se centran en cuatro líneas: formación, transversalidad, internacionalización y difusión. Pero este camino se debe transitar cooperando, y por ello el proyecto tiene un carácter interdisciplinar e interinstitucional, con la participación de más de cuarenta investigadoras/es pertenecientes a diecisiete centros de investigación, cuatro de los cuales son extranjeros.

En el “Jardín de las Hespérides”, que Estrabón situaba en el sur de la Península Ibérica, crecía el árbol en el que maduraban las manzanas doradas que proporcionaban la inmortalidad. En cierto sentido, después de un millón y medio de años, podemos decir que el patrimonio de la cuenca de Orce es inmortal.


[1] Ma = millones de años, ka = miles de años.

[2] El listado de macrovertebrados que se registran en los yacimientos de Venta Micena, Barranco León y Fuente Nueva 3 es el que sigue: Mammuthus meridionalis, Stephanorhinus sp. aff. S. hundsheimensis, Equus altidens, Hippopotamus antiquus, Bison sp., Hemibos sp.aff. Hemibos gracilis, Soergelia minor, Praeovibos sp., Hemitragus albus,Bovidae indet. (tamaño muflón), Praemegaceros cf. verticornis, Metacervocerus rhenanus, Homotherium latidens, Megantereon whitei, Panthera cf. gombaszoegensis, Lynx cf. pardinus, Pachycrocuta brevirostris, Lycaon lycaonoides, Canis mosbachensis, Vulpes praeglacialis, Ursus etruscus, Pannonictis sp., Meles meles y Homo sp.

[3] Allophaiomys aff. lavocati, Allophaiomys sp., Apodemus flavicollis, Apodemus mystacinus, Castillomys rivas, Hystrix sp., Mimomys savini, Oryctolagus cf. lacosti, Prolagus sp., Galemys sp., Sorex minutus, Sorex sp., Asoriculus gibberodon, Crocidura sp., Erinaceus sp., Chalcides sp., Timon cf. lepidus, Dopasia sp., Malpolon monspessulanus, Natrix maura, Natrix natrix, Rhinechis scalaris, Testudo sp., Discoglossus cf. jeanneae, Pelobates cultripes, Bufo bufo, Bufo calamita, Hyla meridionalis, Pelophylax cf. perezi,Squalius aff. cephalus, Squalius aff pyrenaicus, Luciobarbus aff. sclateri y Luciobarbus aff. bocagei.

[4] Hasta 1995 no se aceptó que el continente europeo fue ocupado con anterioridad a 500 ka.

Juan Manuel Jiménez Arenas

Departamento de Prehistoria y Arqueología. Universidad de Granada

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